lunes, 26 de mayo de 2014

Capítulo Cuarenta

Domingo.

 El mismo día en qué recobro la ilusión y la confianza por la sociedad, la pierdo por el individuo, por la persona...

 Ésta es una historia de dolor como la que vivimos todos en un momento dado, en la que el corazón se encoge y se llena de grietas la pizarra en la que se plasman tus sueños. El mundo pierde su sentido bajo la mirada del dolor, porque las cosas no son nada más que la interpretación que haces de ellas, bajo ese nuevo cristal de tus gafas que dibuja las cosas un poco más oscuras.

 Es una experiencia entre dos personas en la que una soy yo y la otra no es ni siquiera ella.

 Una pequeña ilusión que muere, una expectativa que se hace pedazos, un deseo que se desvanece con forma de persona, como si una figura de Dalí se fundiera desde mi cabeza que es donde la pienso, y se derramara por todo mi cuerpo.

 Y al final no es lo que sucede lo que te duele, sino no ser capaz de entenderlo. Decía un escritor que "quien no sabe lo que siente el otro pierde", y éste es uno de los pequeños males que persigue mi vida. Poner toda mi atención en lo que siente el otro, entender, trazar el cariño desde la caricia y la comprensión de quien sin embargo, está ausente.

 Y todo pasa de noche o en domingo, quizá porque la otra persona se olvida de lo que vive entre dos y decide racionalizar lo que siente para una. Es solo un peso más en la caja de fracasos que tengo en el cajón, junto a tu recuerdo....

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