martes, 20 de septiembre de 2011

Capítulo Trece

Mi primera experiencia con la muerte se llama "butaca de urgencias". Ese día el corazón me latía con una dureza indescriptible, me fundía en la butaca de ese centro médico mientras mi madre me agarraba de la mano. En ese momento no sabía si era una crisis, un infarto o un esguince de tobillo, pero miré a mi madre y le dije que me moría mientras dibujaba un reloj de Dalí con mi cuerpo. Mi segunda experiencia con el otro barrio se llama "papá" y no tuvo que ver precisamente con su muerte. Me fui a dormir y entre suspiros y algún sonido desgarrador me encontré con él y su mirada blanquecina fijada en el techo; no sabía si se moría, si era un desmayo o una bajada de azúcar, pero en aquél momento entendí lo que significaba "jamás".

"Jamás"...en ese momento entendí mientras tenía delante mío su cuerpo inmóvil que ya no me abrazaría, que no me hablaría ni le vería llegar de su caminata con su chándal azul. Le estaba mirando a los ojos a unos centímetros, aunque sus ojos abiertos no veían los míos; tenía la sensación de estar mirando la inmensidad de la palabra "jamás", mi padre y todo lo que él hacía se podía quedar ahí..

Años después me sudaban las manos. Estaba sentado en la butaca de mi psicólogo y me sudaban las manos. Fue hace unos 8 años y yo estaba allí sentado, con esa sensación de estar sentado delante de alguien con quien no te puede pasar nada malo. Pero ese día estaba bastante agitado, reflexionando sobre muchas cosas y lo que me dijo fue para mí el principio de todo: "necesitas ocupar todo tu tiempo haciendo cosas, aunque no te gusten, pero que te impidan pensar".

No me extrañó esa idea pues los políticos han convertido nuestra vida precisamente en eso, en un conjunto de sucesos repetitivos, mal pagados e improductivos que nos dejan echando raíces en el sofá hasta acostarnos de nuevo. Es más, años después leí de Luke Rhinehart(psiquiatra) que estaba cansado de normalizar a la gente. "Convertir a gente con ansiedad y depresión en seres que ni sienten ni padecen, que han reducido la vida a un contínuo "hacer cosas" y la felicidad a la ausencia de dolor".


Pero yo creo que la vida hay que pensarla y me niego a ponerme a hacer cosas para no pensar. La esencia de la vida reside en ser consciente de cosas, en pensar cada paso que se da y saber hacia que lugar nos dirige, en hacerse responsable de las decisiones que hemos tomado, pero sobretodo en recordar esas dos situaciones que he explicado antes. Porque ahora tú leerás esto , pero la realidad es que no lo harás conectado a la vida, conectado como cuando algo te toca la fibra, conectado como cuando vienes de un funeral, conectado como cuando te llaman del hospital porque un familiar cercano tuyo está agonizando.

Así que lee esto de nuevo, porque la vida es un paréntesis en la eternidad. Vive cada momento con la crudeza de ser consciente de las posibilidades de estar muerto o de estar vivo. Yo me encargaré en los próximos capítulos de hablar de la responsabilidad de nuestros actos, de lo que significa el presente y de la capacidad creadora que tiene nuestro cerebro. Yo solo quiero escribir y estudiar sobre las cosas que nos permiten ser más felices, y aunque mi blog te parezca pesimista solo es por tu percepción de que la palabra "muerte" es más fea que la palabra "albaricoque".

Esos dos momentos son mi carta de presentación, no soy nada más que eso, todo lo demás ni me define ni soy yo....