jueves, 19 de abril de 2012

Capítulo Dieciseis

No quiero más anteojos, ni toallas de mano, ni sillas de escritorio, ni botellas con tapones de rosca...supongo que por ello escribo aquí entre las rocas de la playa, porque necesito conectar con lo verdadero, con lo que todavía no ha tocado mucho la mano del hombre.

Tiene gracia que allí donde no se pueda respirar sea dentro del agua cuando lo verdaderamente putrefacto está afuera. A mi alrededor todo son caras sonrientes, cámaras de fotos y un eterno espiral de primavera que reposa en la arena. Pero para llegar hasta la playa debo cruzar un parque lleno de zombies, sortear gentes que van de casa al trabajo y del trabajo a casa con sus caras de crudo invierno, y tropezar con seres angustiados porque no llega el autobús o porque llegan tarde a su cita. Para llegar a casa debo sortear una vez más el “experimento de la cárcel de Stanford”.

Con el fin de entender mejor los conflictos producidos en algunas cárceles norteamericanas se seleccionaron 24 voluntarios para realizar este experimento; la mitad de ellos haría de guardianes con la misión de dirigir una prisión ficticia, la otra mitad debería actuar como prisioneros, dejando sus ropas y asumiendo una nueva identidad. El propósito era descubrir si era la personalidad de los participantes o el entorno lo que predisponía a llevar a cabo actitudes violentas, si es que así se producían.

El experimento se descontroló rápido ya que los guardianes abusaron de su poder humillando cada día más a los prisioneros: haciéndoles dormir desnudos en el suelo, limpiar con sus manos los retretes, no darles de comer durante días y todo tipo de vejaciones. Con el paso de los días algunos prisioneros necesitaron atención psicológica y otros tuvieron que abandonar el juego tras ser golpeados. Finalmente, tuvieron que poner fin al experimento antes de tiempo porque la integridad física y mental de sus participantes corría serio peligro...

...A guardianes y prisioneros (elegidos por ser blancos y estar debidamente formados) se les fue de las manos el experimento, metieron la moral en un cajón que cerraron con llave y se creyeron demasiado su papel. ¿Y no hacemos nosotros lo mismo? ¿No nos estamos creyendo demasiado las reglas del juego? ¿Somos tan solidariamente imbéciles que permitimos jugar a un juego que no gusta a sabiendas de que nos toman el pelo?

Prima de riesgo, banqueros que te dejan morir en la calle porque pierdes tu trabajo, policías de la ORA, porteros de discoteca a quienes no les gustan tus zapatillas, recortar al pueblo y subirse el sueldo, atención al cliente de compañías telefónicas, conductores de autobús que no se paran si estás a 3 metros de la parada... ¿no se nos está yendo de las manos?

BORRA todo lo que sabes, todo lo que has aprendido, todo lo que has asimilado como correcto o incorrecto.

IMAGINA que de pequeño te dicen que la vida es todo lo que hay en el mundo y que todo lo que existe es para todos los que viven en él. Un mundo en el que por estar en él tienes derecho a techo y a comida, con la única obligación de aportar algo a la sociedad para que cada día sea aún mejor vivir en ella. Un mundo en el que despiertas y no hay debates estériles, donde nadie habla de la prima de riesgo ni del Banco Central Europeo.

LEVÁNTATE mañana y comenta con tus amigos que la única razón por la que todo el mundo no tiene luz y agua es porque el que dirige las empresas de luz y agua no quiere. Hay abundancia de todo y para todos. Comenta que el dirigente de las empresas de luz y agua nació igual que tú, que se masturbó (quizá no tanto como tú) y que también se estremeció de pequeño escuchando noticias sobre desastrosas injusticias en muchas partes del mundo. Todos nacemos iguales...

MUÉRETE sabiendo que eres irrepetible, que ya has nacido y que morirás algún día para no existir jamás, y que lo único que te queda es luchar por la vida antes de enviar 500 links más sobre injusticias, sobre despropósitos políticos....alimentando aún más esta insoportable solidaridad de imbéciles que creamos día tras día...


Fingimos estar vivos y elegimos morir nada más nacer...