lunes, 13 de abril de 2015

Capítulo Cuarenta y Tres

Carta abierta a los killos de España.

Queridos Jonathans, Samanthas, Jenniffers y Kevins:

 No me suelo dirigir a vosotros porque no frecuentáis mis amistades y tampoco compartimos los mismos espacios, pero esta vez os necesito.

 Antes de nada me gustaría deciros que no llevo tribales en ninguna parte de mi cuerpo, nadie me llama con el artículo "el" delante, no tengo carnet de coche y por ende no tengo coche rebajado ni con cristales tintados, y lo peor de todo: he hablado mal de vosotros.

 Hubo un tiempo en el que al imaginar que vuestro voto político valía lo mismo que el mío creí que se os debía encerrar vivos en un polideportivo (no es un policía que practica deporte); pero ahora sois mi salvación y la de nuestro país por lo que os explicaré a continuación.

 Estaba el otro día en una cafetería con Adri y con Isa, y me quedé absorto (ni caso) en mis pensamientos tal y como hacía Sócrates (no es dj ni futbolista) en la antigua Grecia (sí, venden hachís). El tema es que voy a votar a Podemos por razones que voy a explicar en otro post, y pensaba en lo fuerte y comprometido que es el electorado (no lo pienso explicar todo) de derechas.

 Lo más fuerte es que la derecha, por tener una mejor posición económica procrea más y amplía así el número de votantes del PP. Y fue en ese momento en el que vi la luz, ¿cómo podría nuestra sociedad combatir esta tendencia ideológica y numérica? ¡Con vosotros!

 Killos y canis de este país, sabido es que hay tres cosas en las que creéis: la contraportada del As, los primeros discos de Camela y la izquierda más obrera. Pero la razón por la que sois importantes en mi esquema político es porque solo vosotros podéis competir con los índices de natalidad de la casta más rica; os da igual parir con 15 o con 16, tener trabajo o no para criar a vuestros retoños, tener 3 o 7 hijos....

 Procread sin cesar y a conciencia, ya que como sabéis ningún killo se hace viejo como explica el hecho de que no se conozca a ningún mayor de 70 años que se llame Jonathan, Ráquel o Jessy.

 El futuro es nuestro, ¡sus kieroh!