Cuestión de principios
Aquellos momentos ya
no pertenecían a este mundo, aunque tampoco a ningún otro; estaba despidiéndome
de la vida fiel a los que siempre habían sido mis principios, pues si la vida
tenía que vivirse como una gran fiesta, la muerte no merecía menos.
Y allí estaba, en una
bañera del más lujoso hotel de Madrid brindando conmigo mismo, y deslizándome
suavemente para morir ahogado. Abrí los ojos para no morir a oscuras y topé con
mi tatuaje: “si no te gustan mis principios, tengo otros” decía.
Y ahora, empapado y
en esa misma habitación escribo esto, dándome una nueva oportunidad…
1 comentario:
Genial.
Publicar un comentario